Correr se ha convertido en una moda. Pasajera o no, reúne
cada fin de semana en toda España a más de 400.000 corredores populares
dispuestos a hacer kilómetros. No hay rincón de nuestro país que no tenga una
competición que aglutine a un buen puñado de atletas dispuestos a ‘sufrir’ durante
unos pocos de kilómetros tras calzarse sus zapatillas. Este boom tanto del
running como de la BTT (Bicicleta de Montaña) hace que el número de deportistas
amateurs de este tipo de competiciones haya aumentado de forma exponencial
durante los últimos años de forma casi exagerada diría yo.
Este hecho, evidentemente, tiene una doble vertiente. Al
haber un mayor número de corredores populares, la posibilidad de que haya
fallecimientos en la práctica deportiva también aumenta de forma exponencial.
Se trata de una simple cuestión de lógica.
Desgraciadamente, en las últimas fechas asistimos con cierta
desazón a noticias que nos hablan de personas que fallecen durante la disputa
de pruebas deportivas. Este hecho, hace que los informativos a nivel nacional se
hagan eco y pongan en duda, en muchos casos, la viabilidad de este tipo de
pruebas y critiquen la no exigencia por parte de la organización de pruebas de
esfuerzo, indispensables desde mi punto de vista, para correr maratones y
medias maratones.
En este sentido, yo tengo claro el camino a seguir. Y lo
expongo de la siguiente manera. Que muera gente corriendo es normal. Ya ocurría
antes y ocurrirá en el futuro. Para morirse sólo hace falta estar vivo y cuando
expones a tu corazón a un esfuerzo máximo, el número de posibilidades aumenta.
Lógicamente, al haber más corredores, aumenta también el número de casos de paradas
cardiorespiratorias debido al esfuerzo. Pienso, que la gente también fallecía
en este tipo de carreras años atrás, lo que ocurre es que mediáticamente no
tenía tanta repercusión. El hecho de haber visto fallecer, casi en directo, a
jugadores de fútbol (el balompié lo magnifica todo), nos ha hecho muchos más
sensibles a este tipo de situaciones y de ahí que se analice mucho más con lupa
los casos que se producen.
Las situaciones que se dan en cada carrera dependen sólo y exclusivamente del corredor. Es
decir, uno, al menos cuando se enfrenta a distancias como 21K o 42K debe ser
consciente que va a exponer a su cuerpo a un sufrimiento hasta el límite.
Correr con pulsómetro es un buen complemento, pero evidentemente, hacerlo por
sensaciones ayuda en muchos momentos. Resulta obvio, que forzar cuando se
producen mareos o malestar es contraproducente en muchos casos y que puede
provocar la muerte de corredor. Ante esto, no podemos pasar por ato las pruebas
de esfuerzo. Para mí, claves en este tipo de competiciones largas para todos
los corredores amateurs del mundo. Correr 2 horas o 2 horas y media como hacen los
atletas de élite en la prueba de maratón, en muchos casos no supone un esfuerzo
demasiado elevado. Y me explico. Se trata de un tiempo asumible por cualquier
corredor. Diferente es cuando tienes que mantener tu cuerpo a 160-170
pulsaciones durante entre tres y cinco horas. Ahí sí que puede haber un
problema. Pero también hay una solución.
Veo en los informativos la necesidad imperiosa de exigir a
los atletas la acreditación de su buen estado de salud mediante pruebas de
esfuerzos y no termino de compartirlo. Y me explico. Lógicamente, para mí es
una prueba IMPRESCINDIBLE para correr una maratón, pero también entiendo que tú
sólo puedes correr los 42K si tienes más de 18 años. Quiere decir, que si eres
lo suficientemente adulto como para atreverte con la distancia de Filípides,
también lo eres para someterte a las pruebas médicas necesarias que no pongan
en riesgo tu vida durante la competición. Y en ese caso, son muchos los
corredores que piensan que correr distancias largas es ‘asumible’ porque ‘sólo
tienen que marcar un ritmo más lento’. Error. No es la velocidad, sino más bien
las horas que vas a tener a tu corazón marcando unas pulsaciones más elevadas
de lo habitual. De ahí la trascendencia de la prueba de esfuerzo que te sirve
para descartar cualquier tipo de anomalía que pudiera traducirse en un
desenlace fatal.
Dicho esto, una prueba de esfuerzo, con ecografía del
corazón y electrocardiograma suele costar entre 150-200 euros, una cantidad
insignificante para asegurarte que puede correr en ‘circunstancias normales’
una competición exigente. Hay quien, por desgracia, mira más el comprarse las
últimas zapatillas de tal o cual marca que valen lo mismo antes que gastarse su
dinero en salud. Allá ellos. Mayorcitos somos todos y sabemos a lo que nos
exponemos cuando corremos 42 kilómetros.
Lo que más rabia me da de lo que veo en las noticias es ese
clima de histeria que se crea cuando aparecen las personas que han muerto tal o
cual fin de semana. Es duro y trágico, lo sé. Y ojalá no se diera. Pero crea un
clima en torno al running nada positivo ya que te muestran las gente que muere
haciendo deporte. Eso sí, lo que no saldrá nunca en las noticias son los
fallecidos por no moverse del sofá.
Así estamos…