A priori podría hablar de dos nombres bastante comunes en la
cultural española y en función del
apellido podría ser un artículo de medicina, teología, literatura e
incluso ciclismo. Pero no, toca hablar de atletismo (Qué sorpresa, no me lo
esperaba).
Emilio y Miguel son dos atletas de un nivel altísimo. Y sí,
he dicho atleta y no runners. Los runners somos los que llevamos dos días en
estos y corremos con mil y un gadgets, mientras que los atletas sólo necesitan unas
minicalzonas y una camiseta de tirantes para volar sobre el asfalto. (Emilio
también va con bici).
Y a hablar de ellos dos me sorprende sobremanera un dato que
creo que pasa desapercibido para muchos en la medida que el desconocimiento de
sus personas en mayor. Y me explico:
Emilio Martín: Doble campeón del mundo de duatlón,
pentacampeón de España, siempre en el top-10 de 1.500 español (cuando el mil
quinientos nacional tenía nivel) y un sinfín de reconocimientos que no cabrían
en este artículo.
Miguel Beltrán: Subcampeón de Europa de Media Maratón con
España en veteranos, Subcampeón de España de Maratón, Subcampeón de España de
Maratón en veteranos, 26º de 44.000 en la Maratón de Nueva York siendo primer
español y 3º europeo y otra cantidad innumerable de trofeos y medallas.
Pues bien, con estos currículos impecables hay algo que los
une y que a mí, me sorprende. Siguen comportándose exactamente igual que cuando
no ganaban. El éxito no ha variado ni un ápice su forma de ser. Yo he vivido en
mis carnes cómo después de acabar subcampeón de España de Maratón, Miguel
Beltrán descuelga el teléfono para llamarme (a mí, sí a mí) para preguntarme
por cómo me ha ido en la carrera. Y yo pensando. “A ver, has acabado siendo
subcampeón de España absoluto por equipos con el Arcoiris (Que ésa es otra, su
club de toda la vida) ¿y me llamas a mí, que he acabado por encima del puesto 7.000
para saber cómo me ha ido?) Pues así es. Y como esos gestos, muchos. También
Emilio está pendiente en todo momento, pero eso es justificable porque es mi
entrenador. Pero sigue yendo a las carreras locales que lo reclaman (siempre
que puede) tiene los mismos amigos, se comporta igual. Y lo repito, por si a
alguien se le ha olvidado; es doble campeón del mundo.
Y esto me choca sobre todo porque a veces (cada vez menos)
acudo a ver cualquier tipo de partidos en otros deportes y estos distan mucho;
que digo mucho, es un mundo aparte, del atletismo. No digo que no suceda, digo
que dista mucho. Porque cuando tu vas a ver un partido de fútbol, base sobre
todo, ves a padres que tienen en sus hijos al próximo Messi o Cristiano. Que tu
lo miras y ves que efectivamente. Que efectivamente no le pega una patá a un
ladrillo. Pero los padres, que no vemos (y aquí me incluyo) los defectos de los
hijos nos creemos lo que nos dicen y pensamos que nuestro hijo es el nuevo dios
del fútbol. ¿Qué ocurre con esto? Pues muy sencillo. Con el paso de los años
todo se traducirá en frustración, desgana y descontento que terminará por hacer
que el niño abandone porque por lo general no terminará jugando más allá de un
equipo de segunda o tercera andaluza.
¿Y qué tiene que ver esto con Miguel y Emilio? Pues muy
fácil. Ellos también han sido jóvenes, también han ganado carreras y también
han tenido gente alrededor que les han repetido hasta la saciedad que eran los
mejores. ¿Y cuál es la diferencia? Que ellos han sabido mantener los pies en el
suelo y seguir peleando por sus sueños. Bueno, realmente hay otra gran
diferencia. El atletismo es un deporte individual y los éxitos y fracasos son
sólo tuyos. Aquí no se puede utilizar ése ‘deporte nacional español’ de echarle
la culpa a otro como sí ocurre por ejemplo en el fútbol. De ahí que cuando el
equipo del nuevo Messi o Cristiano pierde no es por su culpa y sí por los que
están alrededor que no le han pasado el balón, que no corren o simplemente no tienen
el nivel.
Lo dicho, más gente como Miguel y Emilio y menos nuevos
Messi y CR.