jueves, 13 de enero de 2011

Un guiño a los Simpsons


No me imagino a Ned Flanders, ni a Moe Szyslak y ni por supuesto a Homer Simpson lanzando a canasta en un torneo organizado por el avaro Montgomery Burns. Tampoco creo que la pequeña Lisa cambie algún día su saxo por un balón de baloncesto o que Bart decida atender en clase cuando la señorita Edna Krabappel explique el nacimiento de este deporte. Estoy seguro que Marge nunca se quedará despierta para no perderse la final de la NBA entre los Lakers y los Celtics ni Clancy Wiggum adelgazará para intentar machacar en una canasta. Da igual, el baloncesto le debe mucho a los Simpsons. O al menos algo.

Y que nadie me malinterprete. Sé que resulta de lo más llamativo que estos dibujos animados algo tengan que ver con el basket, pero Matt Groening, creador de la serie de ‘los amarillos’ –como diría mi padre- decidió ponerle el nombre de Springfield al lugar en el que residirían sus personajes, en homenaje a la ciudad que vivió el nacimiento del baloncesto de la mano de James Naismith en el mes de diciembre de 1894.

En Springfield se jugó al basket por primera vez. No fue en Evergreen Terrace ni en la Escuela Primaria de Bart y Lisa, sino en la YMCA (Asociación Cristiana de Jóvenes) de Springfield en el estado de Massachusetts.

Con dos cajas de melocotones sujetadas por dos fuertes barandillas, Naismith inventó este deporte. Primero nueve jugadores, luego siete para acabar con cinco fue el paso que dio el baloncesto para convertirse en la segunda referencia nacional por mucho que Fernando Alonso o Rafa Nadal se empeñen en demostrar lo contrario.

Springfield siempre estará ligado a los Simpsons, una de las mejores series –sino la mejor- de dibujos animados de toda la historia, al igual que permanecerá ligada al baloncesto de por vida. Puede ser la ciudad más importante del mundo porque inventar un deporte como el baloncesto y tener como inquilinos a unos personajes como los Simpsons no está al alcance de cualquier lugar.