jueves, 13 de enero de 2011

El día que soñamos ser Byron Russell.


Llegó a la NBA casi sin hacer ruido y se marchó después de escribir una de las páginas más gloriosas de la historia de este deporte. Su media de puntos en la NBA nunca pasó de los seis, pero se caracterizaba por su fuerza en defensa que lo convertía en un jugador casi inexpugnable. Y digo bien, casi.

Porque el 15 de junio de 1998 pasó a la historia por no ser capaz de frenar –aunque no lo hubiera conseguido nadie- al gran Michael Jordan. Tras unos instantes botando pausadamente el balón y con 86-85 en el marcador a favor de los Jazz de Utah, Jordan se dispuso a atacar la canasta rival, rápidamente perseguido por Russell, quitándoselo de encima con una finta que le mandó unos metros para atrás y resbalándose. Jordan, sin defensa alguna, lanzó y anotó la canasta que acto seguido daría la victoria y el título a Chicago. Sería su última canasta con la roja de los Bulls. El Delta Center quedó totalmente en silencio, Jordan los calló con una genialidad. Título para los Bulls y adiós de ‘Dios que un día se disfrazó de jugador de baloncesto’.

Byron Russell tuvo la suerte de vivir en primera persona la segunda retirada del mejor jugador de todos los tiempos. Seguramente no quería ser recordado por esa jugada, pero casualidades del destino, así será. Además debe tener presente que si no llega a ser por la suspensión mágica de Jordan nadie recordaría a Byron Russell en la actualidad. Sería uno más de los tantos y tantos jugadores mediocre que pasan por la NBA y que son incapaces de dejar su impronta en este deporte.

Estoy plenamente convencido que muchos de los jugadores que se han perdido en la memoria de este deporte estaría dispuestos a cambiar su papel en la competición por haber sido testigos de excepción de la última canasta de ‘Air’.

Pero Russell volvió a cruzarse en el camino del Jordan. Michael volvió a jugar y lo hizo en los Washington Wizards del que era co-propietario y donde, por suerte para él, coincidió con Russell. Seguro que hablarían del tema y en los entrenamientos se repetiría la jugada una y mil veces, peo Byron respiraba tranquilo por no tener que encontrárselo en una pista frente a frente.