En 1984, el escritor checho Milan Kundera publicó su novela, La insoportable levedad del ser. Una historia ambientada en Praga y que narra las dudas existenciales de un hombre con respecto a su pareja aunque con un tema abstracto de fondo, la inutilidad de la existencia. Sé que es muy complicado extrapolar dicho argumento al baloncesto por lo que, con ciertos matices, indagaré en la insoportable gravedad del creerse ser.
El endiosamiento paulatino que sufren algunos jugadores de baloncesto los convierten en seres inalcanzables. Unos con más sagacidad que otros aprovechan sus 15 minutos de fama que diría Andy Warhol, pero el problema radica cuando los que no han tenido nunca ese cuarto de hora que les permita sentirse alguien importante, alcanzan unos grados de prepotencia que por suerte, se le volverá en contra con el paso de los años.
Son los que autodenomino los IJB (Inútiles Jugadores de Baloncesto). Esta especie que habita en cualquier equipo son los que más preocupados de sus estadísticas y de jugar para el nombre que llevan en la espalda y no para el del pecho se creen por encima del bien y del mal. Y puede que de lo primero sí estén, pero de lo segundo no. Por suerte, será éste el que los ponga en su sitio.
El egocentrismo y la prepotencia se concentran en estos seres que sin haber jugado nunca al máximo nivel desprecian todo lo que les han hecho llegar arriba. Existe un matiz más grave de este caso de insoportable gravedad del creerse ser y no es otra que la que se da en las categorías inferiores. Jugadores de LEB, EBA o Primera Nacional que tras un buen partido se permite el lujo de levantar el pie del acelerador porque lo tiene todo hecho. ¡Cómo hemos cambiado!
Es realmente grave que jugadores que no son nada tenga la idea de que son imprescindibles para sus equipos. Gran parte de culpa la tienen los que a su alrededor –prensa incluida- se encargan de que las mal llamadas estrellas escuchen lo que quieren escuchar, aunque los jugadores, y eso lo viví la temporada pasada, sólo prestan atención y toman como suyas las palabras que les interesa oír. De esta sencilla y simple forma, y con una solución que se antoja complicada un jugador corriente de baloncesto puede sufrir el síndrome de la Insoportable gravedad del creerse ser.