miércoles, 9 de febrero de 2011

Iglesia y homosexualidad

La homosexualidad es un tema peliagudo en el que católicos y no creyentes se muestran incapaces de llegar a un acuerdo. Y me parece lógico. Tachar de enfermos a los homosexuales me parece aberrante y contraproducente. Intuyo que los que se muestran más reacios a este colectivo serán los que coinciden con la segunda acepción que la RAE da al término enfermedad. Pasión dañosa o alteración en lo moral o espiritual. La ambición es enfermedad que difícilmente se cura Las enfermedades del alma o del espíritu. Sólo de esa manera se podrían entender algunas de las posturas que postulan algunos de los miembros del clero. Porque ojo, no todos son homófobos ni mucho menos.

Pero lo más contraproducente de todo esto radica en que dentro de la propia iglesia hay muchos maricones que se esconden bajo una sotana. Los abusos a menores son -y nunca mejor dicho- el pan nuestro de cada día en una institución que vivió sus años de gloria con el franquismo y que en la actualidad vive pensando que cualquier tiempo pasado fue mejor. Yo, como historiador y periodista, creo en la figura de Jesucristo, pero no en todo el circo mediático que se ha montado a su alrededor.

La iglesia siempre ha gozado -y goza- de un sitio privilegiado en la sociedad y ante el constante crecimiento de otras creencias, religiones o movimientos sociales, intenta alzar la voz para seguir diciendo eso de "aquí estoy yo". Lo más grave de todo es que hoy día aún se escuchan comentarios cercanos a la derecha más rancia y católica tales como 'Esto con Franco no pasaba' o 'Tenía que volver, quien tenía que volver'. Y eso ya sí que me parece una salvajada.

Creo en la libertad individual de la persona para elegir lo que le plazca. Si quiere ser cristiano, que lo sea y si se ha enamorado de un hombre igual que él, pues enhorabuena y que lo disfrute. No por ello pasa a ser diferente. Cada uno hace con su vida lo que quiere sin tener que rendirle cuentas a nadie y mucho menos a un Dios que, salvo giro inesperado de los acontecimientos, no existe.

Esto conmigo no pasaba