Por mucho que parezca según el título, no. No voy a hablar del Dream Tema de Barcelona 92. Seguro, que cuando se pronuncia el nombre de mejor equipo del mundo, la gente piensa en el que maravilló con Jordan, Bird, Magic, Drexler, Robinson, Barkley o Ewing en sus filas. Pero no. Voy a hablar de mi Dream Team.
Y ese equipo no es otro que el sirvió para que diera mis primeros pasos en el mundo de este deporte, la Escuela de Baloncesto de San Juan del Puerto. Han pasado casi 15 años desde que comencé a jugar por primera vez y aún no puedo olvidar mi primer partido con la camiseta azul. Perdimos ante Moguer (27-40) en la vetusta pista del colegio, pero yo regresé a casa contento por los ocho puntos que había conseguido. Mi sueño acababa de comenzar. Fue una temporada especial. Sólo un año antes se había creado la escuela y los resultados humanos, que no deportivos, habían sido excelentes. Por eso llegaba el momento de dar un paso al frente, de creer en nuestras posibilidades para hacer algo grande en la provincia pese a nuestra corta estatura (recuerdo que éramos un equipo de categoría infantil). Juanma ‘el Eclipse’, David ‘el Pagüi’, Leñero, ‘Caverni’, Sebi, Pascual, José Antonio, Juanito ‘el de la Chicharra’ y este que les escribe, formamos parte importante de un año irrepetible. Eso sin olvidar al corazón del equipo, Fran Villegas, un pívot soberbio capaz de dominar el partido sin necesidad de anotar una sola canasta. Puro nervio.
Y luego estaba el rey. Chema. Un base con cuerpo de pívot que lo tenía todo. Botaba bien el balón, pasaba de forma excelente y anotaba cuando el equipo se atascaba. Un gran amigo y el mejor jugador de la escuela durante sus primeros años de vida. No me extraña que Mari Paz lo idolatrase tan pequeño. Apuntaba maneras de crack.
En Ayamonte, allá por septiembre de 1993 jugué mi primer partido oficial y no pudo ser peor. Perdimos por dos puntos (35-33) y fallé la canasta que hubiera supuesto el empate a falta de 20 segundos. Pudo ser el punto y final a una efímera carrera, pero ese fallo sólo hizo que creyera más en mis posibilidades. Luego ganamos a Gibraleón, perdimos ante Punta Umbría, vencimos en casa a Ayamonte, caímos en la localidad olontense y sentenciamos el pase a cuartos ganando de nuevo a Punta.
Nos cruzamos con Nerva. Un equipo con jugadores especialmente altos para ser infantiles, pero que no nos supuso mayor problema. 77-25 en San Juan y eliminatoria resuelta. Luego, encerrona en la localidad minera para perder por 29 puntos.
Pero nuestro sueño se truncó ya en semifinales. Llegaba Bonares, un equipo con tradición baloncestística en la provincia y nos apabulló. Tras una derrota por 40 puntos en casa, ‘sólo’ perdimos de 20 en Bonares. Nos dio igual, logramos el tercer puesto provincial tras la incomparecencia de Riotinto en la final de consolación, que ciertamente nos consoló. Fue mi primer año y el mejor de cuantos he vivido en este deporte. Viajes y partidos inolvidables que perdurarán por siempre en mi memoria.
Nuestro equipo era de la generación del 80. La misma que Pau Gasol, Juan Carlos Navarro o Felipe Reyes. Pero aunque cueste creerlo, mi equipo era mejor, el mejor del mundo.