miércoles, 16 de febrero de 2011

Para los que dudan

Hay quien piensa que en el Carnaval no haya arte. ¿Seguro? Para no poner ningún tipo de música, sólo pondré dos letras de pasodobles para que cada cuál recapacite sobre si existe o no el arte en el Carnaval. Para mí se trata de la voz del pueblo y hay algunos autores que escriben de una forma tan sublime que me es imposible no poner algunas de sus obras de arte.

A la soledad

La soledad es testigo
de mis castigos y glorias,
primera de mis amigos,
la llevo conmigo
igual que una mas.
La soledad me hace libre,
la soledad no me engaña
cuando el mundo se va,
soledad es la ultima
que me acompaña.
Y es la única hermana
que vence a la puesta de sol cada tarde,
la presunta culpable del amanecer
solo ante mi ventana
la que llena mi cama
de amores y niños,
de abuelas y padres.
Ay mi soledad,
a nadie nunca como a ti le he sido fiel
a lo mejor te llevo un día ante el altar
porque en verdad
quiero a tu vera envejecer.
Ay mi soledad,
hemos cruzado tantas ciénagas los dos
tantos secretos que no podemos contar
tantas palabras que dirían que es amor.
Ay soledad que a tu manera,
subes y me das la mano
y así los dos caminamos
juntos por la carretera.
Ay soledad pa mi
que yo soy un varón
y tu silueta de mujer
tiene el deseo embriagador
de otras mujeres
que ya no me inspiraran estas canciones.
Aunque muera contigo
por Dios soledad
solamente te pido
¡que no me abandones!

A la muerte

La muerte es una playa con cara de pena,
desnuda bajo el cielo bailando encendida.
La muerte es una lluvia que cae hacia arriba
y con su pelo largo y su espalda morena,
llevamos esperándola toda la vida.

La muerte es la mejor despedida del hombre.
No reconoce géneros, patrias ni edades.
Cuando estás como vivo se espera y se esconde
y pasa con nosotros cien mil navidades.

La muerte vive en la calle de al lado,
a la derecha del bar.
Es familia de la sangre roja, dolor y esqueleto.
La muerte compra en el supermercado
vino y rosas para merendar.
Yo, desnudo, siempre la saludo y le guardo un respeto.

La muerte un día se metió en mi cama
y con su espalda morena y su cara de pena
me puso la mano en mi lado más sano y le dije que sí,
pero como una fulana se fue de mi cama y me dijo:
“cabrón, tu todavía no, te ha tocado vivir”.

Su risa era como el viento de levante
tan divina y tan humana que era igual que una obra de arte.
Y como pude yo le susurré al oído:
“si algun día tú te aburres pues ya sabes donde vivo”.

Y al final como si fuera una dama decente
me puso el pan caliente para desayunar,
nunca olvidaré la suerte de cuando la muerte
me vino a encontrar.

Con la brocha en la pared me pintó: “Centinela,
que cuando te toque a yo te vengo a buscar,
y te voy a llevar al ladito de los míos,
tu amigo, tu tío, tu hermano y tu abuela”