El jamón es uno de los alimentos más deliciosos que he probado nunca. Esa sensación que produce ese trozo de carne divina cuando raspa por la garganta es irrepetible. Como se suele decir, del cerdo están buenos hasta los andares.
Hoy hemos publicado en el periódico en el que trabajo una doble página titulada "Si comes jamón, vivirás más y mejor". Nos ha jodio. Pues claro. Es más, se trata de un producto de márketing sublime. Por ejemplo: con la bajada de afluencia tan importante que han sufrido las misas en los últimos años y nadie se ha dado cuenta que si en lugar de obleas dieran jamón, la casa del señor siempre estaría llena. (O al menos a la hora de comulgar). Porque eso sí, también podría producirse el efecto comulgación express y que consistiría en que se llenarían las iglesias de feligreses sólo cuando hubiera que tomar el cuerpo de cristo. Pero pensado en frío no estaría mal. Os imagináis que al entrar en misa, en lugar de una estampita de tal o cual santo te dieran un rosco y luego un trozo de jamón de Jabugo. ¡Sería la hostia! Y nunca mejor dicho.
¡Ay! La gente de Huelva no somos conscientes de la suerte que tenemos por vivir en un marco incomparable. Jamón, gambas, playas, sierra... Disfruto con los parajes de una tierra que respira arte -y no sólo culinario- por los cuatro costaos. Eso sí, disfrutaría mucho más con un bocaillo de jamón y un platito de gambas con sal de esos que cuando terminas de comértelas te escuece hasta la parte que une tus dedos con tus uñas. Ahí queó.