jueves, 13 de enero de 2011

Desde el aprecio con desprecio


El pasado mes de Febrero de 2007 cambió la historia del baloncesto. Seguro que se podía haber variado años antes, de eso estoy seguro. En dicha fecha, John Amaechi reconoció en su libro Man in the middle (Hombre en el medio) su homosexualidad, lo que provocó un torrente de reacciones que mostraron un considerable desprecio desde el aprecio.

El primero en vilipendiar públicamente a Amaechi –aún no sé muy bien por qué- fue Tim Hardaway. “Primero, no lo querría en mi equipo. Segundo, si estuviera en mi equipo me distanciaría de él porque no creo que eso sea correcto y no creo que debiera estar en el vestuario cuando nosotros estuviéramos en el vestuario. Una de las partes tiene que ceder, si tienes doce otros jugadores en el vestuario que están incómodos y no pueden concentrarse y siempre están preocupados de que él esté en el vestuario o en la pista o lo que sea, será difícil ganar y aceptarlo como un compañero en equipo”, aseguró. Vamos, lo que se dice un ejemplo de cordura, ¿de un compañero? Luego, nos llevamos las manos a la cabeza con ciertas actitudes, pero queda demostrado que la homosexualidad en el deporte sigue siendo un tema tabú en todos los sentidos.

Imagino, que por no decepcionar a un grupo de seguidores acérrimos, el jugador con orientación homosexual, se esconde en su armario desde el que, por momentos, teme ser descubierto. Y ciertamente no entiendo la postura. ¿Cambiaría algo la NBA si alguna de las superestrellas reconociera abiertamente que es gay? Si así fuere, quedaría claro que la hipocresía sigue estando muy presente en nuestra sociedad, ésa que se autodenomina liberal, pero que en el fondo defiende actuaciones poco corrientes en el siglo XXI.

No en vano, en más de un siglo de deporte profesional en los Estados Unidos, son pocos los que han reconocido públicamente su homosexualidad. Entre los que lo han hecho se cuentan Esera Tuaolo, Roy Simmons y Dave Kopay ex jugadores de la NFL, Ian Roberts de la NRL y Glenn Burke y Billy Bean de las Grandes Ligas de Béisbol. ¿Compiten peor los jugadores que se declaran gays? Entonces por qué existe tanto miedo a confesar su orientación sexual.

Vivir en el país de las libertades (ja,ja) debe suponer una apertura de la conciencia de la sociedad norteamericana. El problema es que con gente como Tim Hardaway es imposible que alguien decida dar un paso al frente para salir del armario. Hipócritas.